Hace unos años, en medio del caos, me encontré alzándole la voz a mi jefe en el trabajo, añadiendo más conflicto del que ya había. Luego en casa, me sorprendía tratando toscamente a mi hijo, al que tanto amo, perdiendo la paciencia y actuando como un volcán en plena explosión; otras veces estaba simplemente perdida en mi mente y preocupaciones sin atender realmente a lo que sucedía.
Después de que la tormenta cesaba, quedaba sumergida en la vergüenza y en la culpa, impotente ante la fuerza de mis reacciones. Sorprendida me cuestionaba: ¿dónde estaba Yo? Porque parecía que otra persona había tomado el mando de mis acciones.
De cierta manera era así, en esos momentos de alta tensión eran mis heridas, traumas, patrones, percepciones etc.… los que dirigían, mientras mi ser más sabio yacía en un rincón aplastado. Decidí hacerme cargo, quería estar presente en mi vida de forma soberana y responsable, poder responder desde la fluidez y paz.
Muchos creen, incluida yo hace años, que la presencia consiste en que nuestro cuerpo este en el mismo espacio y momento junto a otros cuerpos, mientras se ejecuta alguna acción. Pero ¿dónde están nuestros pensamientos, emociones y espíritus? ¿Estamos realmente en el momento presente?
El ritmo acelerado e impredecible en el que vivimos, así como el exceso de estímulos externos, hacen que nuestros sistemas nerviosos tiendan a estar en un estado de alerta continuo. Provocando desbalances y conflictos, tanto internos como externos; tendemos entonces a actuar de forma reactiva y sin coherencia con lo que sentimos y con lo que está ocurriendo. Respondiendo dominados por lo que interpretamos, basados en experiencias pasadas.
Perdemos así la autoridad sobre nuestras vidas, la conexión con nuestra intuición y la capacidad de decidir y actuar de forma congruente e íntegra.
Ahora bien ¿cómo retomamos el poder sobre nuestras vidas?
Pues haciendo lo que quizás nos da más temor. Le damos a pausa y desaceleramos, para poder “sentir por completo” lo que está sucediendo y responder en consonancia. Como quizás lo has hecho en una película, en la cual los eventos ocurren muy rápido, y no sabes cómo los protagonistas llegaron al punto en el que están.
En palabras de Viktor Frankl, fundador de la logoterapia, es en el espacio entre el estímulo y la respuesta que se encuentra nuestra libertad, esa que nos da la capacidad de escoger responder en vez de reaccionar.
Para ello es primordial que nos concienticemos de la importancia de estar presentes y sintiendo lo que ocurre en nuestro cuerpo. Él percibe antes lo que la mente aún no sabe, como lo explica la neurocientífica Nazareth Castellanos en su libro “Neurociencia del Cuerpo”; pero para comunicárselo necesita más tiempo en comparación con los procesos cerebrales, porque sus mensajes se transmiten por ‘carreteras’ no tan buenas como las que van del cerebro al cuerpo. Estas últimas contienen mielina1 y las otras no.
Aunque los días parezcan estar llenos de quehaceres, podemos decidir respirar conscientemente, al menos por un momento, y estar completamente en conexión con el vaivén de la inhalación y la exhalación, para así poder traernos al aquí y al ahora.
Tomarnos un momento para amigarnos con la melodía de sensaciones que se producen gracias a los estímulos externos e internos, para poder distinguir el hambre de la ansiedad, acompañar a nuestros corazones cuando se aceleran, ofrecernos un lugar seguro para procesar y transmutar los dolores que nos aquejan, en vez de emerjan sin control.
Estos espacios de pausa y escucha, podrían abrirte a nuevas alternativas y mostrarte ventanas donde solo ves muros.
Yo, por ejemplo, durante esos años de agitación, tendía a quedarme en el almuerzo frente al computador, pensando que así avanzaría más rápido. Pero no fue hasta que decidí sentarme afuera, tomar un momento para disfrutar de lo que comía y de lo que me rodeaba, que pude comenzar a observarme y darme cuenta de los patrones que perpetuaban los conflictos. Volví así a mi vida, para ser soberana y no dejar que mis dolores y miedos la determinen.
¡Anímate y vuelve a tu vida!