¿Sientes que por más que estés consciente de tus patrones, creencias limitantes y apegos, estos siguen dominando tus acciones y no logras cambiarlos de raíz?
¿Que, cuando te “tocan los botones” reaccionas automáticamente y es como si perdieses el poder?
Pues a mí me sucedía, y me sentía como arrastrada por las olas cuando me sobrepasaba el estrés. Algunas veces me sorprendía tratando toscamente a mi hijo, a quien tanto amo, perdiendo la paciencia y actuando como un volcán en plena explosión; en otras ocasiones añadía más caos en los conflictos laborales o estaba perdida en mi mente y preocupaciones respondiendo de forma incoherente a lo que sucedía.
Después de que la tormenta cesaba, quedaba sumergida en la vergüenza y en la culpa, impotente ante la fuerza de mis reacciones.
A pesar de haber identificado condicionamientos y creencias, parecía entenderlas solo a nivel mental y cuando estaba en calma, porque cuando me confrontaba a situaciones que me activaban, lo que dominaban eran mis miedos y carencias, como “no soy suficiente”, “nadie me ve/reconoce”, “Si me equivoco no me quieren”, “los otros lo hacen mejor que yo”, “soy incapaz”, etc.… y eran ellos los que determinaban mis reacciones e impactaban mis relaciones.
Aunque ya llevaba varios años trabajando conscientemente en mi evolución personal; no fue hasta que entendí la importancia de incluir al cuerpo en la transformación, que logré realmente comenzar a cambiar mi percepción y manera de relacionarme conmigo y con el mundo, de forma sostenible.
La mente, y por tanto la conciencia y sistema perceptivo, están distribuidos en nuestro cuerpo entero, siendo moldeada por nuestras experiencias y relaciones. Esto es algo que, en las medicinas ancestrales como la China, resulta evidente pero que para la ciencia occidental es novedoso. Desde que Descartes nos invitó a separar mente y cuerpo, nos dividimos en su dualismo y habíamos olvidado que somos uno.
Así pues, lo que vivimos y con quién lo hacemos, influye a nuestro sistema nervioso e impacta el concepto que tenemos de nosotros mismos y el mundo. Especialmente lo acontecido durante la infancia y la adolescencia; y por lo general, son las vivencias en las que nos sentimos amenazados e inseguros las que más huella dejan y se graban en nuestra memoria corporal. “El cuerpo lleva la cuenta”, como lo dice el título del libro de Bessel van der Kolk.
La memoria somática, generalmente integrada en la implícita (inconsciente) participa en la formación y establecimiento de nuestras creencias, percepciones, hábitos y maneras de actuar y relacionarnos.
Por lo que, si queremos un cambio duradero y de raíz, es esencial que integremos al cuerpo en nuestros procesos de transformación, aprendiendo a escucharlo, volviendo a confiar en su sabiduría y guía, en vez de verlo como algo defectuoso que debemos reparar. Es primordial volver a sentirnos en casa en el cocón de nuestra piel para que la magia ocurra.
Te comparto una idea de cómo puedes iniciarte en este maravilloso camino de reencuentro y sanación.
Puedes comenzar por un momento de conexión y seguridad. Busca una actividad en la que te sientas tranquila, confiada y capaz de disfrutar, nota las sensaciones de tu cuerpo (respiración, latidos, tensión/relajación de tus músculos, temperatura, etc…), tu postura y movimiento. Conecta con el mundo alrededor a través de los sonidos, olores, colores, formas, las texturas y temperatura. Goza de tu cuerpo y el mundo en plena conciencia.
Con ello, podrás ayudarte a cultivar la resiliencia de tu sistema nervioso y fortalecer tu capacidad para estar completamente presente en momentos difíciles, para así metabolizar y transmutar las emociones en aprendizajes y herramientas para la vida.
“La sanación es un proceso orgánico que ocurre tanto en el cuerpo como en el intelecto.”
Christiane Northrupt, Cuerpos de mujeres, Sabiduría de mujeres.
1 thought on “Nuestro Cuerpo Crisálida para la transformación”
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